La separación en una relación con hijos e
hijas de por medio siempre es un trauma para todos. Para los adultos porque
según la forma de ser de cada miembro y su actitud puede crear más o menos
problemas entre ellos. Odios, malos tratos, descalificaciones... y en algunos
casos resignación, aceptación o trato amistoso (que sería lo más adecuado para
la inexistencia de conflictos).
El tema de los hijos es una situación
mucho más delicada. Sufren las consecuencias de esa separación. Dependiendo del
comportamiento del adulto se perjudican de una forma u otra.
Antes de esa rotura familiar, existe una
tensión en el ambiente que los niños lo notan con cambios de actitud, con
regresiones, comportamientos agresivos en casa, la calle y la escuela….
Por esta razón, los padres deben llevar
esta situación con cautela para perjudicar menos a sus hijos, aunque entre
ellos no exista apenas relación.
En la mayoría de los casos, existe una
custodia compartida, por lo que el niño pasara temporadas con su padre y otras
con su madre.
Hay que tener mucho cuidado con las
situaciones en las que un progenitor le induce a su hijo/hija falsos
testimonios o ideas para que vea al otro progenitor como alguien malo/a y no
quiera estar con él/ella.
En estas circunstancias, habrá que
analizarlas, tratarlas de forma adulta y decidir siempre lo mejor para los
niños, que ellos sufran lo menos posible, y no sean objetos de chantaje entre
sus progenitores.
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